La veo y siento vergüenza. Me da pena que me mire en este estado, sin embargo, es preferible que vea este exterior y no la realidad que existe bajo esta ropa. No puedo olvidar aquellos ojos abismales, la voz áspera y las garras crueles de aquel ser.
Me observa con angustia. Sus ojos denotan compasión. ¿La compasión no es algo degradante, cuando la siente una mujer por un hombre? Me siento desnudo, derrotado. Su mirada me humilla, sin embargo, he sido humillado de pero forma por aquel..., aquel monstruo.
- No entiendo lo que dices, Carlos. ¿Por qué tienes esas vendas en la cara? ¿Por qué faltaste al trabajo tantos días? ¿Por qué usas esa bata?
- Fabiola, no es fácil esto. No puedo explicarlo de otra forma.
- Comienza desde el principio.
La veo y mis piernas tiemblan. Mi voz se rompe en un millón de fragmentos. No encuentro las palabras necesarias. Sin embargo, cuando han pasado unos minutos, mi voz comienza a hilar una historia:
"Iba saliendo del trabajo. Llovía y hacía mucho frío. No había gente en la calle. Incluso los coches eran pocos, debido a la lluvia y al intenso frío. Recuerdo que iba un poco tenso, pues había peleado con Nancy, por alguna pendejada. Súbitamente, un golpe en la cabeza me dejó sin sentido.
"Desperté con los ojos vendados. Sentía un ambiente opresivo. Olía a cigarro.
- Ya despertaste engendro.- Dijo una voz rasposa.
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Dónde estoy?
- Silencio perrito. No hables.
- ¿Por qué me haces esto?- Pregunté confundido.- No he hecho nada malo. ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?
"En ese momento, dijo algo que me horrorizo, pensé que me mataría o me torturaría. Él dijo:
- He matado a mucha gente. Cobro una buena cantidad de dinero por deshacerme de personas que estorban en la vida de otros. A veces son malas personas, esposos infieles, madres despreocupadas, amantes, hombres abusadores, cosas así; sin embargo, otras veces son personas comunes, tan malas o buenas como cualquiera. No encontré placer en la muerte de esas personas.
- ¡Por favor, no me mates!- Dije tratando de apelar a su humanidad.- Te pagaré. No tengo mucho dinero, pero puedo conseguir.
- ¡Dije que te callaras, imbécil!- Su voz se había elevado. Aunque no podía verlo, sabía que estaba frente a mí.- Estoy tratando de explicarte algo. No me gusta matar, pero soy bueno en ello, soy muy bueno. Pronto comprenderás por qué. Cuando tienes un blanco, es decir, una víctima, es preciso que no haya conexión emocional con él, pues pierdes objetividad. Si te involucras demasiado, tiendes a fallar, a dejar rastros. No tenía nada en contra de las personas que maté, por eso fui tan eficaz en mi trabajo. Nunca he realizado un trabajo por venganza. Es decir, nunca hasta ahora.
"Escuché que cerraba una puerta. En ese momento creí que había alguna bomba o algo así. Creí que se había salido para que no quedara expuesto. Mi mente se llenó de imágenes de pesadilla. Imaginaba una gran cantidad formas en las que podía terminar eso.
* * *
La veo. Su rostro refleja una compasión infinita. Se que me quiere. Está preocupada. Se ha quedado muda, lo entiendo. Yo necesito unos segundos para continuar. Necesito un cigarro. Busco la cajetilla en mi chamarra. Mi corazón late apresuradamente. Inhalo el humo del cigarro mientras busco entre mis recuerdos. Necesito organizarlos. Siento su mano en mi espalda, subiendo y bajando. Intenta reconfortarme, pero debo alejarme, me duele la espalda.
- Lo lamento- le digo-, tengo la espalda lastimada.
Termino el cigarro y mi corazón late más tranquilamente. Continúo el relato.
"Después de un tiempo, escuché cómo abría la puerta.
- Creo que tienes hambre.- Dijo con un tono sarcástico.
- ¡Por favor, te lo ruego, déjame ir!
- No puedo hacer eso Carlitos. No puedo hacerlo. Este es tu destino.
- ¿De qué estás hablando? ¿Cómo sabes mi nombre?
- Te contaré una pequeña historia, imbecilito.- Se acercó a mí, y pude sentir su aliento.- Hace mucho tiempo conocí a una mujer muy especial. Una mujer muy hermosa. Era una estrella, una amapola, un ruiseñor.
"Mientras decía esto, lo escuchaba caminar alrededor de mí. El cuarto no debió haber sido muy grande, lo abarcaba con cinco o seis pasos. Mis muñecas me punzaban debido a las cuerdas que las sujetaban.
- Fue tanto tiempo atrás que conocí a esta belleza, que dudo que se acuerde de mí. No obstante, y de eso estoy completamente seguro, nunca he encontrado una mujer como ella. En ese entonces no lo comprendía muy bien, y tampoco sabía lo que iba a pasar conmigo, así que saliera conmigo, que se hiciera mi novia. Aún no sé cómo acepto, pero lo hizo, y en ese momento me hizo infinitamente feliz.
- ¿Qué tiene que ver eso conmigo?- Pregunté muy contrariado.- ¿Quién eres? ¡Déjame ir! Por favor.
- ¡Dije que te callaras, imbecilito! Me molesta tu voz.
- Déjame ir. Déjame ir. Te lo suplico.
- "Creo que se enojó pues salió de la habitación. Ahora estaba enojado y confundido, más que asustado. Una cosa era que fuera a matarme, y otra que hablara como idiota todo el tiempo. Yo grité durante mucho tiempo, hasta que mi garganta se cerró. Es horroroso estar confinado a una silla, sin tener conocimiento de lo que pasa alrededor. No tenía concepción del tiempo. Podía haber pasado horas o minutos, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Mi espalda me mataba. Después de un tiempo, no sé cuánto, se abrió la puerta.
- He rregrressado, pajarrito.- Escuché su voz, que me despertaba.- He venido a continuarr con mi hisstorria, hace rrato tuve que haccerr algo y no pude terrminarr. Crreo que merrecess ssaberr por qué morrirrás.- Su voz sonaba distinta
- Por favor, me duele el cuerpo. Déjame ir. No le diré a nadie.
- ¡Clarro que no lo harráss! Perro ssabrrán lo que te passó y assí tendrrán cuidado.- No entendí a lo que se refería, pero su voz sonaba alegre.
- ¿De qué hablas?
- Tú y yo esstamoss unidoss por un hilo muy delgado, y ssin embarrgo, ess un hilo que no sse rromperrá hassta que logrre lo que quierro.
- No te entiendo. ¡Te juro que no te entiendo!
- Essa niña que yo conocí. Con la cual passé un tiempo marravillosso, sse encontrraba muchoss pisoss arrrriba de lo que yo merreccía. Ella esstá arrrriba de cualquierr hombre. Ella esstá máss allá de cualquierr ssentido rreligiosso, de morralidad o esstética.
- ¿De quién hablas? ¿Quién es ella? ¿Quién eres tú?
- Poco despuéss de salir de la esscuela donde la conoccí, tuve que terminarr mi relacción con ella. Tuve muy poco contacto con ella en los ssiguientess doss añoss, ssin embarrgo, podía obsservarr que ssu bellezza sseguía crecciendo. Ssuss ojoss sse trranssforrmaban en gemass prrecciossass, joyass de obssidiana.
- - No entiendo nada. Juro que no sé qué pasa.- Me sentía confundido.
- Luego de ssalir de la esscuela, rrealiccé algunoss viajess. Uno de essoss viajess me trransforrmó en el hombrre que ssoy ahorra.- Soltó una carcajada. No entendía de lo que hablaba.- Cuando eso pasó, supe que nunca más podría acercarme a ella, que había perdido para siempre a esa hermosa gema.
- - ¿De qué demonios estás hablando?- Pregunté gritándole, pues comenzaba a creer que no tenía el valor de matarme. Creí que era un estúpido que se había metido en algo más grande que él, y que al final me liberaría. Si quisiera matarme ya lo habría hecho, ¿no?
- Quierro decirr que me había converrtido en algo que nunca podrría esstar con ella. Me converrtí en esto.- Al decir esto me quitó la venda de los ojos.
"Me sentí horrorizado. Ahogué un grito de angustia al observarlo. No comprendo claramente lo que vi, es difícil explicarlo. No parecía un hombre.
Fabiola me observa sin comprender lo que digo. Trago saliva intentando reunir el valor para explicarle. Enciendo otro cigarro, mientras me levanto. No soporto su mirada curiosa. Camino de un lado a otro a través de la sala.
- - ¿Estás bien, Carlos?
Quiero decirle que no, que deje de preguntar pendejadas, que no sea tan condescendiente. Quiero explicarle que su compasión me humilla. Pero no puedo. Respiro profundo y continúo.
- - Si hubieras visto su rostro, no estarías tranquila, no estarías bien. Al principio creí que tenía una máscara, una horrorosa máscara. Me desconcertó un poco verlo. Casi me río. No obstante, cuando vi que sus facciones se movían, que sus labios (si es que puedo llamarlos labios) se contorsionaban.
- - ¿De qué hablas? ¿Estaba deforme? ¿Tenía cicatrices o qué?
- - No. No era nada de eso. Era... No puedo explicarlo. Me producía miedo y repugnancia.
- - ¿Puedes describirla?
- - No, no puedo. Claro que no.- Cómo decirte, pendeja, que no quiero recordarla, que desearía olvidarla. Ese rostro aparecerá en mis pesadillas por el resto de mi vida.
- - ¿Qué pasó después?
"Su aliento chocaba contra mi rostro. Veía un vacío en sus horrendos ojos. Sus ojos eran de color amarillo brillante. Tenía una perversidad latente en su rostro. Me habló furia y, sin embargo, burlándose de mí.
- ¿Qué passa, carriño? ¿No quieress darrme un besso?- Al decir esto, extendió su lengua, que era bastante larga, hasta tocar mi mejilla.
- - ¿Qué demonios eres? - le pregunté.
- Algo assí. Algo parreccido a un demonio. Una esspeccie de exxiliado del infierrno. Ess el rressultado de uno de los viajess, que anterriorrmente te menccioné. Un viaje de placcer que sse convirrtió en un passo por el infierrno. Ess muy complicado de explicarr, perro como vess el rressultado fue interressante.
- ¿Qué eres?
- Ssoy lo que podrríass llamarr, ssi assí lo quierress, un hombrre-besstia, un hombrre-lobo, poco antess de la fasse iniccial de la luna llena, ess deccirr, el iniccio de la transsforrmacción.
- - ¡Debes estar bromeando! Eres un imbécil.- Dije con falso coraje. Su cara era una mezcla entre lobo y mono.
- ¡¿Te parrecce que brromeo?! Erress máss esstúpido de lo que crreía. Ess porr essa rrazón que no tendrré carrgo de concciencia una vezz que te mate. Cuando te mate, y ten la ssegurridad de que lo harré, sserráss consscciente de tu assombrrossa esstupidezz. Tu vida esstá llena de una sserrie interrminable de esstupideccess, una de ellass, la máss trrassccendente ess tu falta de tacto ssobrre las cossass ccelesstialess.
- - ¿A qué te refieres?- Me sentía completamente abrumado. Escuchaba su voz rasposa, veía su rostro, desagradable y deformado.
Fabiola está silenciosa, incrédula. No la culpo. Debe creer que me he vuelto loco. Seguramente piensa que estoy exagerando, a pesar de las vendas que tengo en la cara y en el cuerpo. Mis cigarros se han terminado. Tomo un vaso de agua. Estiro un poco las piernas. Fabiola me observa sin decir nada. Espera que diga algo, que es una broma, que trato de jugar con ella.
- - ¿Quieres que hablemos después?
- - ¡No! ¡No quiero hablar después! ¡Quiero hablar de esto ahora! Quiero entender por qué lo me hizo. Quiero entender por qué me castigo, si yo nunca le hice nada.
- - ¿Lo qué hizo? ¿De qué hablas?
- - Me dijo que era muy importante que comprendiera, sin embargo, cuando me explicó no entendí. Aún ahora no entiendo.
- - ¡Tranquilízate, Carlos!
- - ¡No puedo tranquilizarme! ¿Qué no lo entiendes? Dijo que fue por tu culpa.
- - ¿Mi culpa?
- - Él nunca me hubiera hecho nada, si no hubiéramos ido a la fiesta de tu amiga. Al bautizo de su hijo. Aquella noche no hice nada malo. Sólo trataba de ser amable. Se paró frente a mí y me dijo:
Lo vi retorcerse. Como si de pronto hubiera recibido un daño. Escuché cómo se quejaba. Parecía que sufría de alguna forma.
- ¡Erress un imbéccil! Te ufanass de tuss pequeñoss logrross. Te mofass de una rridícula ssituacción que te llevó a tocarr el ccielo. Te crreess esspeccial, y no eeress máss que una esscorria. Te rregodeass de una cirrcunsstanccia forrtuita en la que tocasste una esstrrella, parra luego prresumirrlo, como ssi fuerra un juguete nuevo o una propiedad en la playa.
- ¿De qué demonios hablas?
- ¡Cuida tu boca, imbeccilito!- En ese momento me soltó un golpe en la cara, que casi me tira, junto con la silla a la cual estaba atado.- Recuerrdo tu esstúpida ssonrrissa. Cuando me acerrqué a Fabiola, en el bautizzo de Héctorr, te pressentasste como el exnovio de Karrla. Parra ti erra una carrta de prressentacción, no una oporrtunidad de accerrcarrte al Edén. Conssiderrass a Karrla un trrofeo. Porr esso, ssólo porr esso, te he condenado a muerrte.
- ¿Estás bromeando? ¿Es una estúpida broma?- Mi voz se entrecortaba. Tenía una gran confusión. Iba a matarme este fenómeno por un comentario sin importancia.
- No ess ninguna brroma. No tieness idea de la magnitud de tu pecado. Sse te perrmitió, por un brreve tiempo, esstarr ccerrca de una diossa, y lo prregonass como ssi hubierrass ganado un parrtido de futbol.
- - Discúlpame, no fue mi intensión ofenderte.
- - Te dissculpass con la perrssona equivocada. Lo que yo voy a haccerrte ess conssecuenccia de tu esstupidezz.
Fabiola se levantó de inmediato. Sus ojos se encontraban desorbitados. Estaba pálida.
- - ¿Estás jugando, verdad? Nadie puede enojarse por eso. Estás hablando de...
- - Si, hablo de él, y ya ves que si pudo.
- - No puedo creerlo. Es una estupidez.
La veo por primera vez en verdad preocupada. Me abraza con fuerza. Tal vez intenta con el abrazo liberarme de la maldad a la que fui sometido. Su abrazo me duele. Siento sus lágrimas. Al abrazarme me tranquiliza un poco, pero en el fondo, sé que no hay forma de que pueda consolarme. Estoy condenado a una vida de soledad. Ese bastardo me ha herido de formas inimaginables, y lo peor es que deberé alejarme de Fabiola.
- No he matado nunca involucrrando miss ssentimientoss. Esso ess muy peligrrosso, corrrres el rriessgo de ssentirr culpa. Aforrtunadamente cuando te encuentrren, parreccerrá que te habrrá atacado un animal. Debo decirrte que mañana sserrá luna llena. En cuanto la noche caiga, y la luna brrille, perrderré la mayor parrte de mi conssccienccia. No ssé que ess lo que voy a haccerr, perro puedo assegurrarrte que no sserrá placcenterro, al menoss parra ti.
"Salió del cuarto, por fin podía ver con claridad el lugar en el que me encontraba. Era una especie de alacena o armario, pero vacío. Debía medir dos por dos metros. Tenía un pequeño foco que iluminaba lo suficiente para reconocer formas. No había nada más. No sabía en donde me encontraba. Guardaba silencio, pero no lograba escuchar nada. Mis gritos eran igualmente omitidos.
"No supe en qué momento me quedé dormido. La luz estaba ahí cuando despertaba preso de pesadillas. Me sentía exhausto. Mis manos me suplicaban liberarse. Sentía que las muñecas ya estaban en carne viva.
"Súbitamente, cuando por fin había conseguido dormirme. La puerta se abrió. Pude confirmar que lo qué me había dicho era verdad. Vi entrar a una criatura de aspecto deforme. Los brazos le llegaban al suelo, aunque sólo iba ligeramente encorvado. Sus piernas parecían las de un animal, con las rodillas hacia atrás, y la planta del pie alargada. Su boca se había pronunciado hasta tomar forma de un hocico. Lo cubría una ligera capa de pelo pardo.
- "Entró haciendo unos sonidos guturales. Tardé un poco en entender lo que decía.
- - ¿Cómo esstáss, imbecciito? ¿Tieness miedo?
"Sí tenía miedo. Su horroroso aspecto causaba una fuerte impresión, pero lo más espeluznante era el tamaño de sus dientes. Sus garras se veían demasiado afiladas. Parecía que luchaba por mantener el control, por evitar actuar tan animal como parecía.
La veo y siento vergüenza. Me da pena que me mire en este estado, sin embargo, es preferible que vea este exterior y no la realidad que existe bajo esta ropa. No puedo olvidar aquellos ojos abismales, la voz áspera y las garras crueles de aquel ser.
Me observa con angustia. Sus ojos denotan compasión. ¿La compasión no es algo degradante, cuando la siente una mujer por un hombre? Me siento desnudo, derrotado. Su mirada me humilla, sin embargo, he sido humillado de pero forma por aquel..., aquel monstruo.
- No entiendo lo que dices, Carlos. ¿Por qué tienes esas vendas en la cara? ¿Por qué faltaste al trabajo tantos días? ¿Por qué usas esa bata?
- Fabiola, no es fácil esto. No puedo explicarlo de otra forma.
- Comienza desde el principio.
La veo y mis piernas tiemblan. Mi voz se rompe en un millón de fragmentos. No encuentro las palabras necesarias. Sin embargo, cuando han pasado unos minutos, mi voz comienza a hilar una historia:
"Iba saliendo del trabajo. Llovía y hacía mucho frío. No había gente en la calle. Incluso los coches eran pocos, debido a la lluvia y al intenso frío. Recuerdo que iba un poco tenso, pues había peleado con Nancy, por alguna pendejada. Súbitamente, un golpe en la cabeza me dejó sin sentido.
"Desperté con los ojos vendados. Sentía un ambiente opresivo. Olía a cigarro.
- Ya despertaste engendro.- Dijo una voz rasposa.
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Dónde estoy?
- Silencio perrito. No hables.
- ¿Por qué me haces esto?- Pregunté confundido.- No he hecho nada malo. ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?
"En ese momento, dijo algo que me horrorizo, pensé que me mataría o me torturaría. Él dijo:
- He matado a mucha gente. Cobro una buena cantidad de dinero por deshacerme de personas que estorban en la vida de otros. A veces son malas personas, esposos infieles, madres despreocupadas, amantes, hombres abusadores, cosas así; sin embargo, otras veces son personas comunes, tan malas o buenas como cualquiera. No encontré placer en la muerte de esas personas.
- ¡Por favor, no me mates!- Dije tratando de apelar a su humanidad.- Te pagaré. No tengo mucho dinero, pero puedo conseguir.
- ¡Dije que te callaras, imbécil!- Su voz se había elevado. Aunque no podía verlo, sabía que estaba frente a mí.- Estoy tratando de explicarte algo. No me gusta matar, pero soy bueno en ello, soy muy bueno. Pronto comprenderás por qué. Cuando tienes un blanco, es decir, una víctima, es preciso que no haya conexión emocional con él, pues pierdes objetividad. Si te involucras demasiado, tiendes a fallar, a dejar rastros. No tenía nada en contra de las personas que maté, por eso fui tan eficaz en mi trabajo. Nunca he realizado un trabajo por venganza. Es decir, nunca hasta ahora.
"Escuché que cerraba una puerta. En ese momento creí que había alguna bomba o algo así. Creí que se había salido para que no quedara expuesto. Mi mente se llenó de imágenes de pesadilla. Imaginaba una gran cantidad formas en las que podía terminar eso.
* * *
La veo. Su rostro refleja una compasión infinita. Se que me quiere. Está preocupada. Se ha quedado muda, lo entiendo. Yo necesito unos segundos para continuar. Necesito un cigarro. Busco la cajetilla en mi chamarra. Mi corazón late apresuradamente. Inhalo el humo del cigarro mientras busco entre mis recuerdos. Necesito organizarlos. Siento su mano en mi espalda, subiendo y bajando. Intenta reconfortarme, pero debo alejarme, me duele la espalda.
- Lo lamento- le digo-, tengo la espalda lastimada.
Termino el cigarro y mi corazón late más tranquilamente. Continúo el relato.
"Después de un tiempo, escuché cómo abría la puerta.
- Creo que tienes hambre.- Dijo con un tono sarcástico.
- ¡Por favor, te lo ruego, déjame ir!
- No puedo hacer eso Carlitos. No puedo hacerlo. Este es tu destino.
- ¿De qué estás hablando? ¿Cómo sabes mi nombre?
- Te contaré una pequeña historia, imbecilito.- Se acercó a mí, y pude sentir su aliento.- Hace mucho tiempo conocí a una mujer muy especial. Una mujer muy hermosa. Era una estrella, una amapola, un ruiseñor.
"Mientras decía esto, lo escuchaba caminar alrededor de mí. El cuarto no debió haber sido muy grande, lo abarcaba con cinco o seis pasos. Mis muñecas me punzaban debido a las cuerdas que las sujetaban.
- Fue tanto tiempo atrás que conocí a esta belleza, que dudo que se acuerde de mí. No obstante, y de eso estoy completamente seguro, nunca he encontrado una mujer como ella. En ese entonces no lo comprendía muy bien, y tampoco sabía lo que iba a pasar conmigo, así que saliera conmigo, que se hiciera mi novia. Aún no sé cómo acepto, pero lo hizo, y en ese momento me hizo infinitamente feliz.
- ¿Qué tiene que ver eso conmigo?- Pregunté muy contrariado.- ¿Quién eres? ¡Déjame ir! Por favor.
- ¡Dije que te callaras, imbecilito! Me molesta tu voz.
- Déjame ir. Déjame ir. Te lo suplico.
"Creo que se enojó pues salió de la habitación. Ahora estaba enojado y confundido, más que asustado. Una cosa era que fuera a matarme, y otra que hablara como idiota todo el tiempo. Yo grité durante mucho tiempo, hasta que mi garganta se cerró. Es horroroso estar confinado a una silla, sin tener conocimiento de lo que pasa alrededor. No tenía concepción del tiempo. Podía haber pasado horas o minutos, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Mi espalda me mataba. Después de un tiempo, no sé cuánto, se abrió la puerta.
- He rregrressado, pajarrito.- Escuché su voz, que me despertaba.- He venido a continuarr con mi hisstorria, hace rrato tuve que haccerr algo y no pude terrminarr. Crreo que merrecess ssaberr por qué morrirrás.- Su voz sonaba distinta
- Por favor, me duele el cuerpo. Déjame ir. No le diré a nadie.
- ¡Clarro que no lo harráss! Perro ssabrrán lo que te passó y assí tendrrán cuidado.- No entendí a lo que se refería, pero su voz sonaba alegre.
- ¿De qué hablas?
- Tú y yo esstamoss unidoss por un hilo muy delgado, y ssin embarrgo, ess un hilo que no sse rromperrá hassta que logrre lo que quierro.
- No te entiendo. ¡Te juro que no te entiendo!
- Essa niña que yo conocí. Con la cual passé un tiempo marravillosso, sse encontrraba muchoss pisoss arrrriba de lo que yo merreccía. Ella esstá arrrriba de cualquierr hombre. Ella esstá máss allá de cualquierr ssentido rreligiosso, de morralidad o esstética.
- ¿De quién hablas? ¿Quién es ella? ¿Quién eres tú?
- Poco despuéss de salir de la esscuela donde la conoccí, tuve que terminarr mi relacción con ella. Tuve muy poco contacto con ella en los ssiguientess doss añoss, ssin embarrgo, podía obsservarr que ssu bellezza sseguía crecciendo. Ssuss ojoss sse trranssforrmaban en gemass prrecciossass, joyass de obssidiana.
- No entiendo nada. Juro que no sé qué pasa.- Me sentía confundido.
- Luego de ssalir de la esscuela, rrealiccé algunoss viajess. Uno de essoss viajess me trransforrmó en el hombrre que ssoy ahorra.- Soltó una carcajada. No entendía de lo que hablaba.- Cuando eso pasó, supe que nunca más podría acercarme a ella, que había perdido para siempre a esa hermosa gema.
- ¿De qué demonios estás hablando?- Pregunté gritándole, pues comenzaba a creer que no tenía el valor de matarme. Creí que era un estúpido que se había metido en algo más grande que él, y que al final me liberaría. Si quisiera matarme ya lo habría hecho, ¿no?
- Quierro decirr que me había converrtido en algo que nunca podrría esstar con ella. Me converrtí en esto.- Al decir esto me quitó la venda de los ojos.
"Me sentí horrorizado. Ahogué un grito de angustia al observarlo. No comprendo claramente lo que vi, es difícil explicarlo. No parecía un hombre.
Fabiola me observa sin comprender lo que digo. Trago saliva intentando reunir el valor para explicarle. Enciendo otro cigarro, mientras me levanto. No soporto su mirada curiosa. Camino de un lado a otro a través de la sala.
- ¿Estás bien, Carlos?
Quiero decirle que no, que deje de preguntar pendejadas, que no sea tan condescendiente. Quiero explicarle que su compasión me humilla. Pero no puedo. Respiro profundo y continúo.
- Si hubieras visto su rostro, no estarías tranquila, no estarías bien. Al principio creí que tenía una máscara, una horrorosa máscara. Me desconcertó un poco verlo. Casi me río. No obstante, cuando vi que sus facciones se movían, que sus labios (si es que puedo llamarlos labios) se contorsionaban.
- ¿De qué hablas? ¿Estaba deforme? ¿Tenía cicatrices o qué?
- No. No era nada de eso. Era... No puedo explicarlo. Me producía miedo y repugnancia.
- ¿Puedes describirla?
- No, no puedo. Claro que no.- Cómo decirte, pendeja, que no quiero recordarla, que desearía olvidarla. Ese rostro aparecerá en mis pesadillas por el resto de mi vida.
- ¿Qué pasó después?
"Su aliento chocaba contra mi rostro. Veía un vacío en sus horrendos ojos. Sus ojos eran de color amarillo brillante. Tenía una perversidad latente en su rostro. Me habló furia y, sin embargo, burlándose de mí.
- ¿Qué passa, carriño? ¿No quieress darrme un besso?- Al decir esto, extendió su lengua, que era bastante larga, hasta tocar mi mejilla.
- ¿Qué demonios eres? - le pregunté.
- Algo assí. Algo parreccido a un demonio. Una esspeccie de exxiliado del infierrno. Ess el rressultado de uno de los viajess, que anterriorrmente te menccioné. Un viaje de placcer que sse convirrtió en un passo por el infierrno. Ess muy complicado de explicarr, perro como vess el rressultado fue interressante.
- ¿Qué eres?
- Ssoy lo que podrríass llamarr, ssi assí lo quierress, un hombrre-besstia, un hombrre-lobo, poco antess de la fasse iniccial de la luna llena, ess deccirr, el iniccio de la transsforrmacción.
- ¡Debes estar bromeando! Eres un imbécil.- Dije con falso coraje. Su cara era una mezcla entre lobo y mono.
- ¡¿Te parrecce que brromeo?! Erress máss esstúpido de lo que crreía. Ess porr essa rrazón que no tendrré carrgo de concciencia una vezz que te mate. Cuando te mate, y ten la ssegurridad de que lo harré, sserráss consscciente de tu assombrrossa esstupidezz. Tu vida esstá llena de una sserrie interrminable de esstupideccess, una de ellass, la máss trrassccendente ess tu falta de tacto ssobrre las cossass ccelesstialess.
- ¿A qué te refieres?- Me sentía completamente abrumado. Escuchaba su voz rasposa, veía su rostro, desagradable y deformado.
Fabiola está silenciosa, incrédula. No la culpo. Debe creer que me he vuelto loco. Seguramente piensa que estoy exagerando, a pesar de las vendas que tengo en la cara y en el cuerpo. Mis cigarros se han terminado. Tomo un vaso de agua. Estiro un poco las piernas. Fabiola me observa sin decir nada. Espera que diga algo, que es una broma, que trato de jugar con ella.
- ¿Quieres que hablemos después?
- ¡No! ¡No quiero hablar después! ¡Quiero hablar de esto ahora! Quiero entender por qué lo me hizo. Quiero entender por qué me castigo, si yo nunca le hice nada.
- ¿Lo qué hizo? ¿De qué hablas?
- Me dijo que era muy importante que comprendiera, sin embargo, cuando me explicó no entendí. Aún ahora no entiendo.
- ¡Tranquilízate, Carlos!
- ¡No puedo tranquilizarme! ¿Qué no lo entiendes? Dijo que fue por tu culpa.
- ¿Mi culpa?
- Él nunca me hubiera hecho nada, si no hubiéramos ido a la fiesta de tu amiga. Al bautizo de su hijo. Aquella noche no hice nada malo. Sólo trataba de ser amable. Se paró frente a mí y me dijo:
Lo vi retorcerse. Como si de pronto hubiera recibido un daño. Escuché cómo se quejaba. Parecía que sufría de alguna forma.
- ¡Erress un imbéccil! Te ufanass de tuss pequeñoss logrross. Te mofass de una rridícula ssituacción que te llevó a tocarr el ccielo. Te crreess esspeccial, y no eeress máss que una esscorria. Te rregodeass de una cirrcunsstanccia forrtuita en la que tocasste una esstrrella, parra luego prresumirrlo, como ssi fuerra un juguete nuevo o una propiedad en la playa.
- ¿De qué demonios hablas?
- ¡Cuida tu boca, imbeccilito!- En ese momento me soltó un golpe en la cara, que casi me tira, junto con la silla a la cual estaba atado.- Recuerrdo tu esstúpida ssonrrissa. Cuando me acerrqué a Fabiola, en el bautizzo de Héctorr, te pressentasste como el exnovio de Karrla. Parra ti erra una carrta de prressentacción, no una oporrtunidad de accerrcarrte al Edén. Conssiderrass a Karrla un trrofeo. Porr esso, ssólo porr esso, te he condenado a muerrte.
- ¿Estás bromeando? ¿Es una estúpida broma?- Mi voz se entrecortaba. Tenía una gran confusión. Iba a matarme este fenómeno por un comentario sin importancia.
- No ess ninguna brroma. No tieness idea de la magnitud de tu pecado. Sse te perrmitió, por un brreve tiempo, esstarr ccerrca de una diossa, y lo prregonass como ssi hubierrass ganado un parrtido de futbol.
- Discúlpame, no fue mi intensión ofenderte.
- Te dissculpass con la perrssona equivocada. Lo que yo voy a haccerrte ess conssecuenccia de tu esstupidezz.
Fabiola se levantó de inmediato. Sus ojos se encontraban desorbitados. Estaba pálida.
- ¿Estás jugando, verdad? Nadie puede enojarse por eso. Estás hablando de...
- Si, hablo de él, y ya ves que si pudo.
- No puedo creerlo. Es una estupidez.
La veo por primera vez en verdad preocupada. Me abraza con fuerza. Tal vez intenta con el abrazo liberarme de la maldad a la que fui sometido. Su abrazo me duele. Siento sus lágrimas. Al abrazarme me tranquiliza un poco, pero en el fondo, sé que no hay forma de que pueda consolarme. Estoy condenado a una vida de soledad. Ese bastardo me ha herido de formas inimaginables, y lo peor es que deberé alejarme de Fabiola.
- No he matado nunca involucrrando miss ssentimientoss. Esso ess muy peligrrosso, corrrres el rriessgo de ssentirr culpa. Aforrtunadamente cuando te encuentrren, parreccerrá que te habrrá atacado un animal. Debo decirrte que mañana sserrá luna llena. En cuanto la noche caiga, y la luna brrille, perrderré la mayor parrte de mi conssccienccia. No ssé que ess lo que voy a haccerr, perro puedo assegurrarrte que no sserrá placcenterro, al menoss parra ti.
"Salió del cuarto, por fin podía ver con claridad el lugar en el que me encontraba. Era una especie de alacena o armario, pero vacío. Debía medir dos por dos metros. Tenía un pequeño foco que iluminaba lo suficiente para reconocer formas. No había nada más. No sabía en donde me encontraba. Guardaba silencio, pero no lograba escuchar nada. Mis gritos eran igualmente omitidos.
"No supe en qué momento me quedé dormido. La luz estaba ahí cuando despertaba preso de pesadillas. Me sentía exhausto. Mis manos me suplicaban liberarse. Sentía que las muñecas ya estaban en carne viva.
"Súbitamente, cuando por fin había conseguido dormirme. La puerta se abrió. Pude confirmar que lo qué me había dicho era verdad. Vi entrar a una criatura de aspecto deforme. Los brazos le llegaban al suelo, aunque sólo iba ligeramente encorvado. Sus piernas parecían las de un animal, con las rodillas hacia atrás, y la planta del pie alargada. Su boca se había pronunciado hasta tomar forma de un hocico. Lo cubría una ligera capa de pelo pardo.
"Entró haciendo unos sonidos guturales. Tardé un poco en entender lo que decía.
- ¿Cómo esstáss, imbecciito? ¿Tieness miedo?
"Sí tenía miedo. Su horroroso aspecto causaba una fuerte impresión, pero lo más espeluznante era el tamaño de sus dientes. Sus garras se veían demasiado afiladas. Parecía que luchaba por mantener el control, por evitar actuar tan animal como parecía.
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